La relación que mantenemos con el vil metal marca toda nuestra vida, hasta tal punto que estoy convencido de que un estudio serio al respecto daría con una nueva especialidad de la psicología, a saber; aquella que estudia nuestro comportamiento en virtud de la importancia que cada cual da al dinero.
Este cuento viene a cuento.
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Un día, el rey le mandó llamar.
– Paje, le dijo, ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
– No hay ningún secreto, alteza.
– No me mientas, paje. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
– Majestad, no tengo razones para estar triste.
– ¡Vete, vete antes de que llame al verdugo!
El rey estaba como loco. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores.
-¿Por qué él es feliz?
– Ah, majestad!, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
-¿Qué círculo es ese?
-El círculo del 99.- Lo entenderá haciendo entrar a su paje en el círculo.
– Eso es, obliguémosle a entrar.
-No hace falta, su majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solo. Esta noche pasaré a buscarle. Debe tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más, ni una menos. 99 .
Así fue. Juntos se ocultaron junto a la casa del paje.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:”Este tesoro es tuyo. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste”. Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. El sirviente leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, miró hacia todos los lados de la puerta, y se volvió a meter en la casa.
El sirviente había tirado el contenido de la bolsa sobre la mesa: ¡Era una montaña de monedas de oro!
El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía pilas de monedas.
Así, jugando, empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro… y mientras sumaba 10, 20,30, 40… hasta que formó la última pila:
-¡9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más, luego el piso y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
– ¡Me robaron! -gritó. -¡Me robaron, malditos!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, vació sus bolsillos, pero no encontró lo que buscaba.
-¡Solo 99! No puede ser, me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo –pensaba. ¡Necesito la otra moneda!
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando con malas pulgas.
-¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.
– Nada me pasa, nada me pasa.
– Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
– Hago mi trabajo. ¿No? ¿Qué quería su alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
¿Qué relación mantienes con Don Dinero? Conciliadora y amistosa o tóxica y conflictiva.