Reflexiones de Ana Blanco –
APOLOGÍA DE LO COTIDIANO.
Mi clave de excelencia para el liderazgo es la cotidianidad.
Ensalzo, hago apología de lo cotidiano como herramienta definitiva para liderar y transformar comportamientos y hábitos.
Un comportamiento nuevo no se instaura con una lección magistral, ni se puede cambiar un hábito en una hora de charla; cualquier constructo teórico adquiere su verdadera importancia y credibilidad al chocarse con lo cotidiano.
Lo cotidiano pone de relieve tres áreas fundamentales de la competencia:
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El saber hacer; referido a la información que se posee sobre la tarea, la formación que se ha recibido para poder ejecutarla y la experiencia y habilidades adquiridas en su desempeño. Todo lo cual, nos permite emitir unos determinados comportamientos y realizar las tareas de forma adecuada a nuestro puesto de trabajo, de forma útil y eficiente.
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El creer en lo que se está haciendo.
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El sentirse bien y motivado para la acción a ejecutar.
Cuando una persona no desempeña bien su trabajo, puede deberse, efectivamente, a una falta de aptitud, con “p”, o bien a una falta actitud, con “c”.
Si investigamos la actitud veremos que ésta se compone de las creencias de la persona y los sentimientos y emociones que se sienten al realizar algunos trabajos concretos o en determinadas situaciones.
Si la persona no cree en lo que está haciendo, difícilmente va a emitir comportamientos o conductas adecuadas.
Igualmente, intervienen en la composición actitudinal la automotivación, el sentimiento. Si la persona se siente mal al ejecutar una tarea, tampoco tiene la competencia para realizarla.
Gracias a lo cotidiano se ponen de manifiesto desviaciones tanto de información, formación y experiencia, como carencias o desviaciones en el credo de la persona y/o en las emociones y motivación a la hora de realizar un trabajo.
Tenemos por lo tanto dos áreas en las que intervenir: aptitudinales y actitudinales, subdividiéndose este último en dos áreas: las creencias y las emociones.
Es gracias a la relación entre estos tres bloques (habilidades, creencias y emociones), que la persona puede responder de forma inmediata con una conducta y un comportamiento.
A la hora de instaurar nuevos comportamientos y conductas, a la hora de transformar hábitos o realizar cambios, abordamos no el hecho cotidiano que ha puesto de manifiesto la desviación, sino la falta de recursos, de información, de formación o de habilidades, etc., además de las creencias, o las emociones negativas asociadas. El hecho cotidiano no es el objeto, sino el motor que pone en marcha la maquinaria del liderazgo.
En definitiva, abordamos las causas de un desempeño insuficiente.
Esperar a la evaluación de desempeño anual, no es correcto ni eficiente; la evaluación de desempeño anual debe abordar nuevos retos y nuevos compromisos para el año siguiente, nuevas posibilidades del ser. El corregir debe ser cotidiano, los 365 días del año, por eso lo cotidiano es para mí tan relevante.
La situación es similar a cuando queremos educar a un niño pequeño en el protocolo de comer en la mesa. No lo hacemos un domingo, seleccionado previamente, sentado el niño en el sofá y presentándole unas transparencias y le damos clases del protocolo: “El pan a la izquierda, ésta es la copa de agua y ésta la del vino; éste es el cuchillo de pescado y éste el de la carne…, no puedes hablar con la boca llena y debes masticar 20 veces el bolo alimenticio“.
Lo que hacemos es aprovechar una comida cotidiana para ir corrigiendo todos aquellos comportamientos que se desvían de la norma o del ideal que queremos alcanzar.
Lo cotidiano pone de relieve lo que el liderazgo debe trabajar. Lo asombroso está en el día a día.