* Artículo de Vicente Gutierrez, publicado en el “Boletín Tecnológico de Cidetec- IK4” en Diciembre de 2014.
El mayor avance en la historia de la humanidad, el que supuso las bases de su futuro desarrollo, se produjo cuando transitamos del paleolítico al neolítico.
Pero no fue porque inventáramos nada nuevo, ni porque descubriera el hombre de entonces algo concreto que le facilitara la vida. El neolítico significó el gran salto cualitativo en nuestro desarrollo, estableciendo un modo nuevo de asegurarse la supervivencia.
Hasta entonces el hombre, cazador y recolector, era dependiente de lo que la naturaleza pudiera ofrecerle, y por tanto, su existencia era endeble, vulnerable. El aseguramiento de la conservación de la especie surgió en aquel momento en el que el individuo decidió cuestionar su entorno, innovando en su relación con él.
Y pasó de ser cazador a ser pastor, de ser recolector a producir grano convirtiéndose en agricultor; es decir, cogió, por primera vez, las riendas de su destino modificando las circunstancias que le rodeaban en virtud de sus necesidades.
Nuestro futuro seguirá siendo endeble y nuestra economía vulnerable si continuamos recolectando el conocimiento y el desarrollo tecnológico de los demás.
Urge, si queremos asegurarnos un futuro solvente y sostenido, cambiar nuestra relación con el cono-cimiento y la tecnología. Y ese cambio no es otro que aquél que nos lleve de dejar de ir en busca de la última creación de la inteligencia humana cual cazador del paleolítico, a generar innovación en nuestros laboratorios, cogiendo definitivamente las riendas de la creación de conocimiento para liderar nuestro propio futuro, y esto como profesionales, como organizaciones empresariales y como país.
Copiar es una opción, pero nadie está dispuesto a pagar la copia a precio del original. Por eso los países llamados emergentes, que basan su economía en la tecnología de los demás, crecen vendien-do barato, es decir, a “costa del coste” de la mano de obra como única alternativa, importando tecnología y exportando producto a bajo precio, dicho de otra forma, serán países ricos llenos de ciudadanos pobres, o no serán. Nada de esos países es valorable, ni sus empresas, ni sus profesionales, ni siquiera sus productos; sólo lo es, el precio al que los producen.
Los mercados del precio, por definición, son fieles a eso, al precio, y arrastran las economías a una guerra donde todos pierden. La única manera de ganar la guerra del precio es evitándola y esto sólo lo conseguiremos si incrementamos la propuesta de valor; el empleado la suya para aumentar su empleabilidad, las empresas para mejorar su competitividad y nuestra comunidad para constituirse en un referente tractor de inversión.
El neolítico no fue un acto de ingenio desbordante sino el inicio de un proceso cultural continuo de innovación constante. Sin duda la disponibilidad de recursos es un factor condicionante de este cambio cultural necesario, pero la disposición de las personas será la clave determinante.